La narrativa del siglo XX refleja la crisis del
concepto de realidad. Lo corriente es que el narrador busque objetivos muy
distintos de los que se agotan en describir lo que puede verse cotidianamente.
Un fragmento de “Algunos aspectos del cuento” de Julio Cortázar sintetiza bien
estas nuevas direcciones: “Casi todos los cuentos que he escrito pertenecen al
género llamado “Fantástico” por falta de mejor nombre, y se oponen a ese falso
realismo que consiste en creer que todas las cosas pueden describirse y
explicarse como lo daba por sentado el optimismo filosófico y científico del
siglo XVIII, es decir, dentro de un mundo regido más o menos armoniosamente por
un sistema de leyes, de principios, de relaciones de causa y efecto, de
psicologías bien definidas, de geografías bien cartografiadas”. Sus comentarios
sobre el falso realismo están referidos a la narrativa del siglo XIX.
La narrativa actual ha operado el pasaje de lo
mimético a lo simbólico. Nada de imitación o representación de la realidad
objetiva. La nueva postura supone la sustitución de los escenarios familiares
por espacios imaginarios. Ocurre también que el narrador se instala
resueltamente y desde un principio en una atmósfera inverosímil y absurda, sin
que se sienta obligado a rendir explicación alguna. El novelista típico del
siglo XIX procedía, en cuanto a psicologías se refiere, del mismo modo que al
enfrentarse a cualquier otro aspecto de su mundo ficticio. Era un narrador
omnisciente, alguien que lo sabía todo: vale decir, que el personaje se definía
a sí mismo a través de sus actos y sus palabras pero, si era necesario, el
escritor accedía a su interior, escudriñaba en sus pensamientos, traducía en
palabras sus emociones más personales y escondidas. En la nueva novela suele
ocurrir que la perspectiva haya cambiado notablemente, pues no es el escritor
quien narra sino el propio personaje, con lo cual se organiza todo desde los
ojos de un yo. Con esto aparece lo que se ha llamado el “monólogo interior”[1],
que sirvió a muchos autores para reflejar en sus páginas la “realidad de la
conciencia”[2].
El monólogo interior y sus derivaciones no fueron el
único modo de reemplazar al narrador omnisciente. La narrativa de los últimos
años ha visto también a la novela organizada como un “collage” de varias
versiones de los acontecimientos narrados: de modo que hay varios narradores,
cada uno de los cuales presenta los hechos desde su punto de vista. Y suele
ocurrir, que los narradores no omniscientes (pues cada uno de ellos conoce solo
una cara del todo que se persigue), se constituyen como voces de procedencia
incierta y/o ambigua. La comprensión de la novela, entonces, puede resultar
bastante ardua.
Si estas son las acrobacias técnicas, por así decir,
la revolución no ha sido menos visible en el plano de los temas. En general, se
ha enfatizado en los aspectos ambiguos, irracionales y misteriosos de la
realidad y la personalidad. También la incomunicación y la soledad, y con tal
intensidad que la nueva narrativa quita valor a la muerte, porque considera que
la vida misma es una forma de muerte o de infierno. Por todas partes ha sido un
hecho la emergencia de una novela metafísica, como se la ha llamado, en la
imposibilidad de hallar un término más preciso. Y, en ella misma, se volverán
presentes los elementos simbólicos ya que del paso de la mímesis al símbolo se
trata.
Un tema que se ha vuelto obsesivo en la narrativa del
siglo XX es el de la general rebelión contra todos los tabúes, que ha terminado
por aparejar una verdadera expresión de lo erótico. En general, se ha explicado
este aspecto como una de las tantas formas de agredir a la moral burguesa.
El escritor Sábato dice en “El escritor y sus
fantasmas”: “EI derrumbe del orden establecido y la consecuente crisis del
optimismo agudiza este problema y convierte el tema de la soledad en el más
supremo y desgarrado intento de comunión que se lleva a cabo mediante la carne,
y así ella asume un carácter sagrado”.
Bien puede ocurrir, en especial como consecuencia de
las insólitas estructuras narrativas, que el lector ya no encuentre, al
enfrentarse a una novela, el “viejo placer de leer”, y todo le resulte arduo y
trabajoso. Esto no deja de ser normal y previsible, desde que el escritor ya no
conduce a quien lee hacia certidumbres indiscutibles, de modo que el receptor
del mensaje descanse confiadamente y dócilmente. Umberto Eco ha dedicado muchas
páginas a la naturaleza y los efectos de la “obra abierta”. Desde el punto de
vista del “significado”, ello supone una multiplicación de los sentidos
posibles, lo que obliga al lector a conquistar alguno que lo satisfaga, en un
esfuerzo que lo transforma también a él en un creador o, por lo menos, en
alguien capaz de “actos de invención”.
Otra característica del relato del siglo XX es la ruptura
del relato lineal, el quiebre en la sucesión cronológica de los hechos. Se
emplea la preposteración que es el salto hacia adelante y el flash-back que es
el salto hacia atrás en el tiempo.
LA GENERACIÓN PERDIDA
Se denomina así al grupo de escritores estadounidenses
a los que el desencanto llevó a establecerse principalmente en París durante
las décadas de 1920 y 1930. El término procede de la escritora Gertrude Stein
que acuñó el término para referirse a Ernest Hemingway y otros estadounidenses
expatriados. Aunque Hemingway se arrepintió de haber usado el término en “Fiesta” (1926) y Gertrude Stein
negó haberlo creado, la etiqueta quedó para referirse a los escritores
estadounidenses que emigraron a París huyendo de la prohibición del consumo de
alcohol en Estados Unidos y en busca de una vida bohemia. En cualquier caso, el
nombre sugiere alienación, inseguridad, vacío y conciencia de generación en una
época de grandes cambios y crisis morales e ideológicas.
Entre sus representantes, además de Faulkner, figuran:
Ernest Hemingway, Ezra Pound, Steinbeck, F. Scott Fitzgerald y John Dos Passos.
Procedían de la clase media estadounidense que veían en el arte el medio de
romper con su clase conformista a través del liberalismo y el radicalismo. No
seguían los modelos de los escritores estadounidenses anteriores y esperaban
reafirmarse con los intelectuales europeos. El hecho fue que encontraron una
Europa enloquecida y los intelectuales —también pertenecientes a la clase
media— desmoralizados. Esto hizo que se entregaran con pasión a la acción
política y a experimentar sensaciones límite.
En tanto generación literaria poseyeron una común
experiencia dada por:
a) Duda
frente a los valores tradicionales de los EEUU. Pensamiento crítico en la novela, el teatro, la
poesía. Cuestionamiento del espíritu emprendedor, el éxito, el culto al dinero,
el american way of life.
b) Intento
de recuperar la fe en la experiencia humana (redescubrimiento de lo popular
americano, vuelta a los orígenes, a lo primitivo).
c) Renovación
de los medios expresivos (aplicación del conocimiento moderno al análisis de la
experiencia contemporánea). La caracterización global solo resulta aplicable a los
escritores del Norte. En el Sur el panorama es algo diferente: asistimos a una
especie de renacimiento, o bien al despertar del Sur que permanecía
prácticamente estancado desde los tiempos de la Guerra de Secesión.
Faulkner pertenece cronológicamente a la generación,
pero culturalmente es más correcto situarlo en relación con otros escritores
del Sur: Sherwood Anderson, Katherine Anne Porter, Robert Penn Warren, Carson
Mc Cullers.
ALGUNAS PARTICULARIDADES DE FAULKNER - Faulkner ofrece en sus
relatos una interpretación apasionada de las complejidades de la mente del
hombre del Sur de los EEUU, sin caer en el pintoresquismo ni en el
regionalismo. También hará una narrativa de la memoria, intentará la
recuperación crítica del pasado y aplicará el monólogo interior para permitir
la exploración de las complejidades del hombre.
Técnicamente presenta algunas características que
podrían resumirse del siguiente modo:
a) Técnica
caleidoscópica para producir el asedio de una realidad que se fragmenta y se
multiplica en los múltiples narradores.
b) Anulación
del narrador omnisciente.
c) Ruptura
de la línea temporal.
d) Uso
del monólogo interior.
e) Aplicación
de retardos y elipsis narrativos (elude u omite datos importantes).
f) Comunicación
de experiencias de modo subjetivo.
g) Interpolaciones,
paréntesis (técnica del puzzle).
h) Técnica
presentativo-ocultativa.
Los rasgos anteriores determinan la complejidad
estilística de Faulkner que se suman a la extraordinaria capacidad fabuladora
para presentar historias que intrigan y sorprenden al lector, exigiéndole a
este una actividad interpretativa permanente.
LA OBRA DE FAULKNER Y EL SUR - Presenta una interpretación
histórico-fabuladora de su región natal desde el siglo XIX hasta mediados del
XX. A partir de “Sartoris” (1929) descubre las posibilidades para la narrativa
de su mundo (el que conocía desde pequeño en los relatos de los mayores), la
inagotabilidad del mismo y el recurso de trascender lo real a través de lo
fabulado. Esto le permitía una máxima libertad como creador.
Dominado por una minoría blanca y conservadora, el Sur
permanecía impermeable a los
cambios con una estructura social de corte feudal
que desafía en los hechos la aplicación del abolicionismo. Era fundamentalmente
una sociedad agrícola que resiste el influjo creciente de la industrialización (que
proviene del Norte). Se halla detenida en el recuerdo de la guerra civil con
sus rencores y remordimientos; a esto se suma su bajo nivel económico y
cultural. La región se caracteriza por ser una zona cálida y húmeda con una
mayoría de población negra descendientes de esclavos; las opulentas familias
del pasado están arruinadas o en decadencia; la tierra agotada, el clima social
reboza de amargura, rencor, falso orgullo y frustración. Se vive en el culto
del pasado. Por estos motivos, el Sur desarrolla una actitud cerrada y
apasionada (con una moral de gheto).
Faulkner recrea ese mundo mediante la paciente
elaboración de un universo centrado en el mítico condado de Yoknapatawpha, cuya
capital (mítica también) será Jefferson y que se encuentra en el Estado de
Mississipi. El nombre Yoknapatawpha proviene de la fusión de dos vocablos en la
lengua chickasaw que significan “tierra dividida”. Presenta, como mundo cerrado
y ficcional, las siguientes características generales:
a) Se da una tragedia social en el plano
colectivo (enfrentamiento entre la cultura blanca y negra).
b) Unido
a lo anterior, expresa una tragedia moral: un pasado que pretende eternizarse
en el presente.
c) Presenta
conflicto de sentimientos (lo individual y lo familiar; lo intelectual y lo
natural; el instinto y el pecado).
d) Su
universo ficticio se constituye en un microcosmos a la vez mítico y real.
Faulkner lo creó, lo pobló, le dio una historia y hasta elaboró un mapa del
lugar (aparece publicado al final de “Absalom, Absalom” (1936) donde humorísticamente se
señala: Propiedad de W. Faulkner).
e) Ese
espacio mítico funciona como antecedente del Macondo de García Márquez, de
Santa María de Onetti, de Comala de Rulfo. Faulkner trabaja sus
historias en una escala de proporciones épicas (“Sartoris” por ejemplo),
hundiéndose en lo mítico. Su tema es casi siempre la decadencia, que se muestra
a través de las conductas humanas en que dominan la apatía, la debilidad, la
vileza y la locura. La decadencia social arrastra siempre una decadencia moral.
El drama de los individuos se proyecta siempre en una escala más amplia donde
el problema del Sur tiene el peso y el significado de una grandiosa tragedia
histórica y social mientras concluye la aristocracia terrateniente y surge una
nueva oligarquía comercial. En el medio, el Sur se deshace en actos de vicio y muerte:
es la denominada fatalidad del Sur.
[1] “Monólogo interior” es lo que piensa o siente un
personaje sin decirlo en voz alta.
[2] “Corriente o realidad de la conciencia” es la técnica
que tiene por objetivo el traslado literario de ese fluir de sensaciones,
pensamientos, imágenes organizadas o caóticas, recuerdos, sueños, etc., a
través de un flujo similar de palabras y significados aparentemente
desorganizados e inconexos.